
Autor: Dr. Martin Agreda
Más allá del principio del placer: pulsión de muerte y los mesías del caos contemporáneos
En Más allá del principio del placer (1920), Freud introduce una de sus hipótesis más radicales: la existencia de una pulsión de muerte (Todestrieb), una fuerza inconsciente que empuja al ser humano hacia la destrucción, ya sea dirigida hacia el exterior (agresión) o hacia el interior (autosabotaje). Esta conceptualización trasciende el marco del principio del placer, que regía la economía psíquica bajo la lógica de la satisfacción inmediata. La pulsión de muerte, en cambio, revela una compulsión a la repetición de lo traumático, un retorno a lo inorgánico, que Freud vincula con lo arcaico, lo no resuelto.
Si trasladamos este marco al ámbito sociopolítico, las figuras de líderes como Putin, Trump o Abascal encarnan una manifestación grotesca de esta pulsión. Su retórica no se limita a la búsqueda de poder en términos racionales, sino que activa un goce en la destrucción del otro, en la negación de lo complejo. La guerra expansionista o el discurso xenófobo no son meras estrategias; son acting outs de una neurosis colectiva que halla en el chivo expiatorio su objeto de descarga.
Putin, con su nostalgia del imperio soviético, o Trump, con su lema Make America Great Again, no hacen más que explotar esta regresión a estadios infantiles de pensamiento mágico: la promesa de un retorno a una pureza perdida, que nunca existió.
Lo inquietante no es solo su ascenso, sino la repetición de sus consignas por las masas. Freud diría que aquí opera la compulsión a la repetición: sociedades traumatizadas por crisis económicas, migratorias o identitarias, en lugar de elaborar el duelo, eligen repetir el trauma bajo la forma de un líder que les garantiza, paradójicamente, sufrimiento conocido en lugar de incertidumbre nueva. VOX en España es un caso paradigmático: su discurso no propone soluciones, sino la perpetuación del conflicto como identidad.
Abascal: el significante vacío
Santiago Abascal, con su pose de redentor patrio, encarna lo que Lacan llamaría el discurso del amo: un significante vacío («España») que se llena con significantes flotantes («invasión migratoria», «leyenda negra»). Su estrategia es puramente freudiana: activar el malestar para luego ofrecerse como bálsamo. Pero, como analiza Freud en El malestar en la cultura, este mecanismo solo genera más tensión, pues la agresión, una vez institucionalizada, demanda nuevos enemigos.
La extrema derecha actual no se sustenta en ideología, sino en economía libidinal. Sus adeptos no votan por convicción, sino por identificación afectiva con un líder que les permite canalizar su angustia hacia un objeto externalizado (el inmigrante, el feminismo, «lo woke»). Es la misma lógica del pequeño gran grupo de Freud: la cohesión no nace de lo programático, sino del odio compartido hacia un otro.
Principio de realidad vs. Principio del placer perverso
Frente a esto, el principio de realidad freudiano —que exige negociación, tolerancia a la frustración y aceptación de lo diverso— queda eclipsado. Los líderes neofascistas operan bajo el principio del placer perverso: prometen gratificación inmediata (expulsar al extranjero, «recuperar la soberanía»), pero su realización es imposible, pues el goce está en el propio discurso, no en su materialización.
Desde el psicoanálisis, estos movimientos son formaciones reactivas: estructuras defensivas contra la angustia de lo real. Pero, como todo síntoma, su cura pasa por hacer consciente lo inconsciente. El problema es que sus bases no quieren análisis, quieren certidumbre, aunque sea la del odio.
«El precio de la civilización es la insatisfacción, pero el precio del fascismo es la destrucción de todo» — Sigmund Freud
Nota del autor: Este ensayo no es solo un ejercicio teórico; es un diagnóstico. Y en toda cura, el primer paso es nombrar la enfermedad.