Todas las personas, en algún momento de nuestra vida y, especialmente, cuando envejecemos, podemos llegar a necesitar ser cuidados, ya sea por la familia o por profesionales. Cada uno de nosotros, tiene unas necesidades de cuidado diferentes y nuestras propias expectativas, deseos y preferencias acerca de cómo queremos vivir nuestra vida. Por esta razón, en el ámbito de la gerontología, surge un nuevo modelo de atención frente al sistema tradicional existente en los recursos asistenciales en nuestro país (residencias, centros de día o servicios de ayuda a domicilio): el modelo de atención centrado en la persona (ACP).
La atención centrada en la persona tiene su origen en la psicología humanista y en la terapia centrada en la persona de Carl Rogers, que considera al cliente como un agente activo de su proceso de cambio. En los años 70, surge, fundamentalmente en EEUU, como un movimiento para reivindicar los derechos de las personas con discapacidad, extendiéndose a otros ámbitos como la atención a personas mayores que precisan cuidados de larga duración.
Se trata de un modelo que otorga un papel central a la persona en relación a su salud, sus cuidados y su vida cotidiana. Entre los principios que definen la ACP podemos encontrar: el reconocimiento de cada persona como un ser único y valioso, la importancia de la biografía como referente para la elaboración de un plan de atención y vida; el respeto a su autonomía, buscando oportunidades y apoyos para que las personas tengan control sobre su entorno (incluyendo aquellas con afectación cognitiva grave); la participación familiar en el proceso y el contacto con la comunidad.
Por tanto, los modelos centrados en la persona van a aportar una visión muy diferente a aquellos tradicionalmente centrados en los servicios o en la organización. Entre las características diferenciales, hablaríamos de que los primeros se centran en identificar las capacidades y fortalezas de las personas para intervenir sobre éstas; frente al enfoque en los déficits y necesidades de los segundos.
Así mismo, en la ACP, los profesionales no son los únicos que deciden, si no que las decisiones se comparten con la persona y/o la familia. Esto también implica cambios en algunas prácticas profesionales, coordinando el trabajo de los profesionales de atención directa (gerocultores/as, auxiliares de enfermería, etc.), que son quienes acompañan a los mayores en su día a día; con el equipo técnico (integrado por enfermeros/as, trabajadores/as sociales, psicólogos/as, etc.), es decir, todos los profesionales resultan imprescindibles desde el marco de la atención centrada en la persona.
Además, en este modelo, es importante la figura del profesional de referencia (normalmente, de atención directa) en residencias y centros de día, que vela porque esa atención personalizada sea efectiva con uno o varios usuarios que se le asignan. Para ello, es imprescindible generar un vínculo de confianza entre el mayor y el profesional, para que éste pueda tener un conocimiento amplio de su historia de vida, preocupaciones, deseos y preferencias.
Por otro lado, se pretende crear un espacio agradable y accesible (eliminando barreras y favoreciendo la orientación) que ofrezca “sensación de hogar” y con espacios que estimulen la actividad y la interacción (por ejemplo, organizar salas de convivencia estructuradas en pequeños grupos). Por último, en relación a las actividades, éstas deben de ser adaptadas y significativas para cada persona (partiendo de su biografía y hábitos cotidianos).
En definitiva, lo que se busca es que la persona pueda decidir también cómo quiere ser cuidada.
En el ámbito internacional, se han desarrollado alternativas a las tradicionales residencias que se enmarcan dentro de lo que se conoce como el modelo Housing. La idea es, a través de diferentes apoyos y recursos, hacer posible que las personas mayores puedan seguir viviendo en su casa aun cuando se encuentren en situación de dependencia. En los casos en los que esto ya no sea posible, el modelo pretende que la atención se lleve a cabo en centros que sean lo más similares posible al concepto de hogar.
Este tipo de viviendas combinan espacios privados que garantizan la intimidad, con otros comunes para fomentar la actividad social (cocina, salón, etc.) permitiendo que lleven sus propiedades (pertenencias y muebles) y apostando por un modo de vida similar al del hogar, permaneciendo, si así lo desean, hasta el final de su vida, sin que se vean obligados a trasladarse a otros recursos ante procesos de deterioro. Además, se ofrece atención profesional personalizada durante las 24 horas y un abordaje terapéutico desde la realización de actividades cotidianas y significativas.
A nivel nacional, aunque en España ya existen diferentes iniciativas que promueven este enfoque, todavía queda mucho camino por recorrer, por lo que hay que seguir fomentando la necesidad de realizar cambios y mejoras en la red de asistencia a personas mayores.
Rodríguez, T. M. (2013). La atención centrada en la persona. Algunas claves para avanzar en los servicios gerontológicos. Fundación Caser para la dependencia.
Rodríguez, T. M. (2016). La atención centrada en la persona en los servicios gerontológicos. Modelos de atención y evaluación. Colección Papeles de la Fundación, 3.
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