El trastorno por consumo de alcohol se caracteriza por un patrón problemático de ingesta que agrupa un conjunto de síntomas comportamentales y físicos entre los que destacan el deseo intenso de consumir, la tolerancia y la abstinencia. Además de las consecuencias negativas que la dependencia al alcohol provoca a nivel físico, psíquico y social; puede producir deterioro en el funcionamiento cognitivo.
El alcohol sigue siendo la droga legal con mayor prevalencia de consumo y aceptación en nuestra sociedad. Está presente en los medios de comunicación social y se asocia al tiempo libre y de ocio. El hecho de que se trate de una práctica cada vez más normalizada en nuestra cultura altera la percepción del riesgo en relación a su consumo. Sin embargo, se trata de uno de los principales factores de riesgo en relación a la salud y la mortalidad.
Aunque las pautas normales de consumo de alcohol presentarían variaciones individuales y se ajustan al contexto sociocultural, podemos decir que una ingesta “moderada”, no resulta, a priori, un comportamiento problemático. Las dificultades comienzan cuando ésta se convierte en una necesidad y termina derivando en una conducta adictiva. La adicción se caracteriza por la pérdida de control del individuo sobre su conducta y por un consumo de abuso de la sustancia que persiste a pesar de las consecuencias negativas que provoca a nivel físico, psíquico y/o social.
El trastorno por consumo de alcohol (lo que comúnmente denominamos alcoholismo) se define como un patrón desadaptativo relacionado con la ingesta frecuente de alcohol en cantidades superiores o durante un periodo prolongado de la vida. Está compuesto por un conjunto de síntomas psicológicos o de comportamiento y alteraciones físicas. Uno de los más relevantes, se relaciona con el deseo intenso e irrefrenable de beber alcohol, que va a producir un alto grado de malestar en el caso de que esta acción no pueda llevarse a cabo. Esto es lo que se conoce como craving. Así mismo, quienes padecen este trastorno, pueden presentar incapacidad para controlar la adicción, a pesar de los intentos fallidos de abandono que realizan.
Por otro lado, debemos hacer referencia a dos aspectos clave presentes en la adicción: el proceso de tolerancia y el síndrome de abstinencia. La tolerancia se refiere a la necesidad de consumir alcohol en dosis cada vez mayores para conseguir experimentar los efectos que la droga tenía inicialmente en el organismo. La abstinencia se manifiesta cuando se interrumpe o disminuye el consumo prologado de grandes cantidades de alcohol y se caracteriza por la presencia de síntomas de ansiedad, temblores, insomnio, náuseas, taquicardia o alucinaciones; en función de la gravedad del síndrome. Además, está relacionada con el craving, que aparece cuando se intenta mantener esta abstinencia.
Con todo ello, el alcoholismo termina interfiriendo en la vida cotidiana y en la esfera social y laboral, que se deterioran conforme avanza el trastorno (se produce el abandono de actividades placenteras, disminuye el rendimiento laboral o académico, aparecen los problemas económicos o los conflictos en el ambiente familiar, etc.).
Las causas que inciden en el desarrollo y consolidación del trastorno por consumo de alcohol son múltiples, apuntando a una combinación de factores genéticos, psicosociales y ambientales: la predisposición genética, características de personalidad, ansiedad, dificultades en las relaciones interpersonales, exposición a estrés crónico o la facilidad de contacto con el alcohol, entre otros.
Una de las consecuencias que provoca el consumo excesivo y prolongado de alcohol es la presencia de alteraciones en el funcionamiento cognitivo debido al efecto neurotóxico que produce esta sustancia sobre el cerebro.
Las áreas cognitivas que suelen verse más afectadas son aquellas relacionadas con los procesos de memoria, las funciones ejecutivas (que abarcan la capacidad de procesar la información, la planificación o el pensamiento flexible) o las habilidades visuoespaciales (aquellas que nos permiten analizar, comprender y manejar el espacio que nos rodea).
A pesar de que estas capacidades cognitivas pueden llegar a recuperarse manteniendo una abstinencia prolongada, algunas de estas capacidades seguirían afectadas incluso después de años sin consumir alcohol. Además, la presencia de deterioro cognitivo puede interferir en el proceso de tratamiento en pacientes alcohólicos, provocando mayor tasa de recaídas o interfiriendo en la asimilación de los contenidos terapéuticos. Por estas razones, conviene detectar y evaluar posibles funciones deterioradas en el abordaje terapéutico del trastorno.
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